PREPARACIÓN DE UN PROTECTOR DE PERSONALIDADES.
La adecuada formación de un profesional de este sector sólo tiene una fórmula mágica, que resulta de combinar el entrenamiento constante con la prevención y la información. Estos tres ingredientes bastan para evitar que confluyan los tres elementos que originan una agresión: la motivación, el miedo y la oportunidad.
El que quiere ser un escolta profesional se le identifica rápidamente, porque lo primero que reclama es una formación eficaz y real, lo que pretende es tener un nivel formativo que le permita confiar en sí mismo y en la seguridad que puede ofrecer a sus protegidos. Cuando se nos presenta un candidato con este perfil de expectativas, sabemos que estamos ante alguien que puede llegar a ser un verdadero profesional.
Por lo general su preparación resultará fácil desde el punto de explotar al máximo su vocación intrínseca ya que posee condiciones físicas y mentales que lo distinguen entre los demás, que irán expresándose conforme vaya avanzando su entrenamiento. Una exigencia especial de esta profesión es que hay que estar dispuesto a proteger al cliente con su propia vida si fuera necesario (no todos tienes el valor y profesionalismo para arriesgar su vida por el cliente). Uno de los objetivos del instructor es averiguar cuánto adiestramiento necesitará una prospecto, puesto que se requiere una sólida preparación psicológica para cumplir un propósito de ese calibre.
El instructor debe comenzar transmitiendo al alumno la importancia de cinco condiciones indispensables para el ejercicio de esta profesión:
- Experiencia
- Moralidad y honradez
- Equilibrio personal
- Capacidad técnica
- Buena condición física y mental.
Así mismo, debe indicarle la conveniencia de desarrollar otras cualidades complementarias como la buena presencia, la autoestima alta, la capacidad de adaptación a distintas situaciones y ambientes o la mentalidad abierta para analizar las nuevas tendencias.
Además, el responsable de la formación de un profesional de la seguridad ha de incidir en la adquisición y el perfeccionamiento de sus destrezas individuales, profundizando en la autoprotección o defensa personal con y sin armas, y en la neutralización efectiva contra mano vacía y armas de fuego blancas o de impacto.
Las técnicas en las que se apoye deberán reunir tres requisitos para conseguir la eficacia en los grados de proporcionalidad que exige la ley: ser muy realistas (que respondan a sus necesidades), ser muy sencillas (que no precisen un entrenamiento complejo) y ser muy eficaces (que aporten seguridad, rapidez y precisión).
El formador seleccionará la técnica que se adapte lo mejor posible a su entrenamiento y le confiera la destreza suficiente para encarar con éxito los diferentes escenarios de intervención.
Nunca olvidemos que un agresor que actúa con premeditación o uno espontáneo tardan medio segundo en tomar una decisión y un segundo en ejecutarla. En un estado de estrés muy intenso un protector se tarda entre un segundo y un segundo y medio en identificar la agresión, más un segundo en entrar en acción, lo que nos da una diferencia de un segundo con respecto al agresor.
Es la reducción de ese segundo lo que debemos entrenar. Recordemos que en este oficio no hay una segunda oportunidad.
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